martes, 21 de diciembre de 2010

En España no hay Ley de Identidad de Género.

Muchas personas creen que en España existe una ley de identidad de género, pero no es cierto. El estado español no tiene nada de eso, ni parecido. En Navarra sí hay una ley (y reconozco que no la he leído, así que no se si es buena o mala). En España no.

El motivo por el que mucha gente tiene esta creencia es el siguiente: cuando se aprobó la ley 3/2007 reguladora de la rectificación registral de la mención de sexo, se acordó entre algunos grupos de personas trans llamarla “Ley de Identidad de Género”. Así aparece, por ejemplo, en la web de Carla Antonelli.

Desconozco el motivo por el que se acordó eso, pero estoy seguro de que se hizo con toda la buena intención del mundo. Supongo que estaban tan contentos de tener por fin alguna ley que regulase algún aspecto de los diversos problemas que las personas trnas tenemos a diario, que creyeron genuinamente que se traba a de una aunténtica ley de identidad de género. Mucha gente la llama, cariñosamente, “nuestra ley”, entre otras cosas porque es suya de verdad, les costó muchísimo esfuerzo que esa ley llegase a ver la luz.

Esta genuina y comprensible alegría, en el prensente, son está haciendo más mal que bien. Porque, pasado el momento de euforia inicial, es evidente que de lo que trata esta ley es exactamente de eso que dice su nombre, de rectificar la mención registral de sexo de las personas. A parte de eso, no hace nada más, así que llamarla “Ley de Identidad de Género” es un término realmente optimista. Como mucho, la podríamos llamar “Ley de Identificación de Género”, porque sirve para conseguir papeles que nos identifiquen con el género que consideramos nuestro.

Una Ley de Identidad de Género debería regular la protección de los datos públicos pero que al mismo tiempo son de carácter privado para las personas trans, como el nombre y sexo legal cuando no se ha procedido a su rectificación registral. Por supuesto, la ley debería permitir que cualquiera rectificase los datos, no como ahora que todavía somos muchos los que nos quedamos fuera, pero incluso así debería contemplar la protección de los datos de aquellos que no los han podido (o querido) cambiar, por el motivo que fuese.

Debería regular especialmente la protección de los menores de edad, pues son un colectivo todavía más vulnerable. También debería establecer medidas antidiscriminación, y regulación sobre crímenes de odio. Regulación para aquellas personas que viven en régimen de internamiento, especialmente en cárceles y hospitales, pero también en cuarteles o residencias escolares.

Tendría que garantizar el acceso de las personas trans a los servicios públicos, especiamente a los servicios sanitarios, pero también a la asistecia de la policía, entre otros. Y el acceso al trabajo.

Por supuesto, también debería regular la rectificación de la mención registral de sexo (a poder ser, incluyendo la desaparición de esta en el DNI), y el cambio de nombre.

Esta ley no debería imponer como prerequisito un diagnóstico psiquiátrico, sin que debería ser aplicable a cualquiera que lo solicitase.

El problema de llamar “Ley de Identidad de Género” a una cosa que no lo es, es que crea una falsa sensación de protección y seguridad jurídica. Muchas personas trans creen que existe una ley que les ampara… y no. Lleva a que no se reclame enérgicamente una auténtica ley de Identidad de Género, porque claro… si ya hay una ley…

En los diez días que han pasado desde que redacté esto (en un folio, con bolígrafo bic, a la antigua) hasta que he podido pasarlo al ordenador, ya he oído un par de veces que se está trabajando en lo que ahora llaman “ley trans”. Ojalá esta vez sea de verdad.

jueves, 16 de diciembre de 2010

MANIFIESTO PERSONAL NO-BINARISTA



Kim Pérez

Todos sabemos que somos hombres y mujeres. Éste es un dato básico de nuestra cultura. Y de nuestras leyes. Cuando nace un niño, tiene que ser dado de alta como hombre o como mujer. Y en los documentos de identidad, hay sólo dos alternativas: hombre o mujer.

Sin embargo, todos sabemos también que nacen niños intersexuales. Pero se considera que esa es la excepción que confirma la regla, y hay que meterlos, aunque sea a empujones, en una de las dos casillas, hombre o mujer.

También sabemos que, cuando crecen, hay hombres que no están a gusto siendo hombres, y mujeres que no querrían ser mujeres. Se nos llama transexuales, y también tenemos muy claro que, si no somos lo uno, tenemos que ser lo otro. También, aunque sea a empujones, tenemos que ser mujeres u hombres.

Por tanto, la realidad cultural y legal es que hay hombres y mujeres, y quienes no se ajusten, tienen que ser hombres o mujeres.

Esto se llama “binarismo de sexogénero”. Significa que la realidad física y físicopsíquica, o mental, tiene que ajustarse aunque sea a empujones dentro de una supuesta realidad cultural y legal, que en el fondo, es una fantasía.

La realidad real, la verdadera, es mucho más variada, más difusa. Hay un No-binario. El universo natural del sexogénero es no-binario. Hay hombres, mujeres, hombres femeninos, mujeres masculinas, intersexuales, transexuales, todos en grado diverso. Lo sabemos verdaderamente, no hace falta más que abrir los ojos, sólo que la realidad virtual de nuestra cultura nos hace olvidarnos.

Es como una “matrix” que nos hace ver que sólo hay dos donde en realidad hay más clases. Cerramos los ojos después de abrirlos.

Lo interesante es que esta “matrix” es un sistema de dominación.

Sabemos que en la cultura tradicional hay sólo hombres y mujeres, y sabemos también que, en ella, los hombres son los dominadores y las mujeres las dominadas.

O sea, que la distinción entre dos, se transforma en voluntad de dominación; o la voluntad de dominación se transforma en distinción.

La dominación es binaria, desde luego. Quien quiere dominar, admite sólo dominados. Si admitiera terceros, personas libres, su dominación podría verse comprometida. Podría haber alianzas inesperadas, etc

¡Nada de eso! Dominador y dominados. Si acaso, dominadores y dominados.

La dominación primordial, la más básica: hombres y mujeres.

Sólo que “hombres” y “mujeres” se definen matricialmente, binaristamente, dejando a un lado a quienes convenga, o burlándose y apartándonos mediante la burla, o matándonos directamente, porque rompemos el esquema binarista.

(Ese esquema de dominación no ha existido siempre; no existió cuando la forma de vida era recolectora –por ejemplo, en “Los dioses deben de estar locos”- cuando en la práctica, hombres, mujeres y hasta niños aportaban alimentos por igual; existió cuando surgió la gran caza organizada, en la que los varones tenían que alejarse del campamento para cazar a los grandes animales, y las mujeres tenían que quedarse en él con los niños, etcétera...Es una larga historia)

A medida que rompemos la dominación, rompemos el binarismo.

Quien quiera, hoy, ir contra la dominación de unos humanos por otros, tiene que ir contra el binarismo, la primera y fundamental de las dominaciones, la que entrena en la dominación, uniéndola al placer sexual.

La que hace desear la dominación.

No se puede ser no-dominacionista y seguir siendo binarista.

El feminismo empezó en el siglo XIX siendo la mayor fuerza del liberacionismo o no-dominacionismo de sexogénero; a imagen suya, nació el movimiento gay a mediados del siglo XX; y poco a poco, en un movimiento y otro, fueron surgiendo los conceptos no-binaristas (teoría queer)

Pero ha hecho falta el nacimiento del movimiento trans para que, naturalmente, el movimiento no-binarista se defina y se universalice, ya en el siglo XXI.

Vemos con toda claridad que el feminismo, el movimiento gaylésbico, el movimiento trans, y bisexual, e intersexual, del siglo XXI, tienen que ser liberacionismos de sexogénero, cada uno en su ámbito, no-dominacionismos, no-binarismos, sabiendo que la realidad de sexogénero entera es No-binaria, difusa, como un arcoiris.